Si el ser humano supiera lo que ocurre en las granjas industriales, tomaría conciencia de que ningún alimento puede hacer bien cuando implica tanto dolor. Un animal con miedo genera adrenalina que vuelca a su torrente sanguíneo y de allí a la carne, lo que redunda en una mayor propensión al estrés y a la violencia. Además se sabe que los animales son inoculados con antibióticos y hormonas de baja calidad que también son incorporados a nuestro organismo.
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